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jueves, 1 de octubre de 2020

Gracias, Quino

No pensaba escribir esta entrada. Mejor dicho, no esperaba escribirla. Por supuesto, sabía que ese día (precisamente ayer) iba a llegar, como nos llegará a todos tarde o temprano. Pero aun así, me tomó por sorpresa. Es difícil aceptar que los genios, que tanto aportaron de una manera o de otra a hacer de este mundo un lugar un poquito menos peor, se vayan y dejen un hueco que será imposible llenar otra vez.

Esta no va a ser una entrada extensa. No voy a escribir una biografía interminable porque las hay miles y porque no quiero extenderme más de la cuenta, además de que es prácticamente imposible que alguien en el mundo de habla hispana no conozca a Quino, al menos de nombre (o apodo, en este caso), o que no se haya topado, al menos una vez, con alguna de sus fantásticas creaciones (ya sea Mafalda o cualquier otro dibujo). Solo voy a dedicar unas pocas palabras al Maestro y cómo influyó en mi vida.

Desde que tengo memoria soy un fanático del dibujo y del humor gráfico y Quino fue uno de los que despertaron ese amor, cuando tenía seis o siete años y mis padres me regalaron el primer libro de tiras de Mafalda. Por supuesto que la mitad de los chistes no los entendía (usaba palabras muy complicadas para mí en ese momento y hablaba de temas tan inalcanzables como política, economía, medioambiente, etc.), pero aun así habré leído esos chistes una y otra vez, no menos de diez veces. También leía o “miraba” (y siempre admiraba) los dibujos de los otros libros de Quino que no eran Mafalda. Libros como Bien Gracias, ¿y Usted?, que tenía ilustraciones verdaderamente magníficas, la mayoría de ellas “mudas”, sin texto o diálogos, pero con una fuerza increíble. Muchos de mis chistes favoritos de Quino (fuera del mundo Mafalda) son aquellos en los que no hay texto, en los que la idea queda perfectamente clara y expresada a través del dibujo. Ese es uno de los aspectos que más me gustan del humor gráfico: la capacidad de transmitir una idea, un mensaje, sin usar palabras. Y Quino era un maestro en la materia.

Por supuesto, a medida que fui creciendo, fui entendiendo más y mejor los chistes de Mafalda. Quino no era el único dibujante/humorista gráfico que consumía, pero siempre me pareció el mejor. Creo que en el fondo siempre lo envidié (sanamente, si tal cosa existe). El mundillo, en apariencia simple, que logró crear alrededor de esa niña de pelo redondo preocupada por todo lo que pasa a su alrededor (un grupito de niños de clase media, que viven en un barrio de clase media, con problemas de clase media), es uno de los más frondosos y  ricos en el universo de la historieta y el dibujo en general.

Sin duda es uno de los más influyentes. Me refiero a él y a su obra. Creo que hay toda una generación de dibujantes, ilustradores y humoristas gráficos que de no ser por Quino, jamás se hubieran inspirado y quizá hoy no los tendríamos. Su obra ha marcado un antes, un después y un durante en el dibujo, no solo en su país, sino en la mitad del mundo.

Si alguien no leyó nunca los chistes de Mafalda y solo la conoce de vista o por los memes que se suben a las redes, le recomiendo calurosamente que lo haga. No se va a arrepentir. Aunque advierto: no es un humor para todos. A los que les moleste la crítica social o el humor cargado de “ideología”, tal vez no lo encuentren tan bueno.

Podría hablar todo el día de Quino y su obra. Cada una de las páginas de sus libros (de Mafalda y otros) podría ser analizada en profundidad desde un millón de ángulos distintos, pero como dije, no quería extenderme demasiado en esta entrada. Solo quería expresar mi profundo pesar por su partida y dejar constancia de mi admiración infinita y amor hacia su obra.

 

Su habilidad para diseccionar la realidad y mostrarla en toda su crudeza de la forma más sutil, y el hecho de que sus dibujos nunca pierdan vigencia; esas son las cosas que más voy a extrañar. Se fue un verdadero GENIO con todas las letras, alguien a quien va a ser imposible reemplazar.

Gracias por tanto, Quino.

 


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