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jueves, 22 de enero de 2009

Mini biografía no autorizada: Dr. J. P. Yogurt

Por
Washington Wilson Williams Jr.,
vicealmirante de la Fundación Yogurt

El doctor Jonás P. Yogurt (nunca sabremos qué significa la P) nació en Montevideo, la capital descentralizada del planeta Ganímedes a unos doscientos cuarenta y siete años luz de distancia de algún punto en el espacio indeterminado, el 1º de agosto de algún año comprendido entre 1840 y 1986 a las 4:39 de la mañana.

Hijo de un vendedor de faxes de puerta en puerta y de una exitosa fabricante de mermeladas hechas a base de baba de caracol, J. P. pronto demostró un gran interés en las ciencias concomitantes (no estamos seguros de a qué se refiere con “concomitantes”, pero lo agregamos a fin de ser lo más fieles que podamos a la verdad). A la edad de cinco años ya demostraba un notorio desarrollo de sus capacidades intelectuales, siendo capaz de recitar al revés y en hebreo el tema “Señora de las cuatro décadas”, de Ricardo Arjona. Con tan sólo seis años, ya había creado nueve teoremas matemáticos que explicaban muy satisfactoriamente las increíbles habilidades de Jorge Batlle para ganar las elecciones de 1999. Cuando cumplió diez ya era capaz de hablar catorce idiomas (que iban desde el alemán, chino, japonés, malayo, árabe, pasando por el indescifrable dialecto flogger y emo) y era un experto ajedrecista y jugador de sopas de letras.

Gracias a su intelecto tan desarrollado se salteó los primeros cinco años de escuela primaria, el último, tuvo que hacerlo obligatoriamente, o no le darían la beca para entrar en la Universidad, que había sido su anhelo desde que tenía dos años y medio.

En la secundaria desatacó de manera increíble por encima de sus infradotados congéneres, que se dedicaban a practicar deportes estúpidos y sin sentido, corriendo detrás de una pelota como cavernícolas con el trasero en llamas y a vociferar letras de canciones de cumba villera. Por su parte, el joven J. P. se avocó a numerosas tareas intelectuales, como leer ensayos científicos de verdaderos gigantes de la talla Albert Einstein, Max Plank, Wolfgang Pauli, El Fata Delgado, Julio Ríos, entre otros, lo que ayudó a enriquecer su enrome acervo de conocimientos y a acrecentar aún más su interés en las ciencias.

Cuando terminó sus estudios secundarios, entró directamente en la Universidad de Fraile Muerto, donde estudió simultáneamente tres carreras: Biología, Física y Repostería Erótica, esta última a cargo del eminente profesor y psicopedagogo Luis Alberto Carballo.

Mientras estudiaba, empezó a trabajar en el laboratorio de la Universidad, en un proyecto que durante más de tres años se mantuvo guardado en receloso secreto, pero que por fin hoy, sale a la luz: un complejo sistema que traduce el dialecto de Eduardo Bonomi y lo convierte en sonidos inteligibles.

Jonás se graduó con honores cuatro meses y medio después de ingresar, obteniendo el título de Biólogo-Físico (el de Repostero Erótico aún no lo ha conseguido, ya que revalidó dos materias del último semestre: Cremas pasteleras afrodisíacas III y Teoría y Práctica del glaseado sugerente), y más tarde, hizo un postgrado en Eciología Congénita: una ciencia relativamente nueva cuyos orígenes son oscuros y misteriosos. J. P. se sintió fascinado por esta nueva doctrina desde que la escuchó nombrar, de labios de un profesor de química de ciento cuatro años que estaba sufriendo un paro cardiorrespiratorio luego de corregir más de doscientos cuarenta exámenes. J. P. se dedicó arduamente a investigar los orígenes de esta ciencia hasta ahora desconocida. No logró averiguar mucho, pese a sus esfuerzos, pero supo que comenzó en la Edad Media, en un templo secreto regido por misteriosos druidas, que se hacían llamar Hipas o tal vez Ipas (desconocemos lo que este curioso nombre significa).

J. P. aprendió todo lo que pudo acerca de la Eciología Congénita, de la mano del profesor Naziro Hernani Yabliko Monagas III (para los amigos, “Nacho”, o “Yabli”), y con la colaboración del doctor Milton Hilton Lipton de la Universidad Gagá, desarrollaron una enorme base teórica que ayudó a la Eciología a ganar méritos dentro de la comunidad científica, ya que esta la tachaba de “superchería mística e inútil”.

Desde entonces, la dedicación del doctor Yogurt a la Eciología Congénita, fue completa. Abandonó sus estudios de repostería erótica (nunca pudo salvar las dos materias que le faltaban) y se dedicó plenamente a la investigación eciológica con la ayuda de los doctores Naziro y Milton, además de otros colaboradores de prestigio, como la doctora experta en fracturas de costilla Ana Everett Scott y el doctor epistémico y ontológico Raúl Pérez Gil.

En la actualidad, a la edad de cincuenta y ocho (o tal vez dieciocho) años, el doctor Yogurt, concomitantemente a la investigación y enseñanza de la Eciología, dedica su tiempo a otros proyectos: junto al doctor Melchor Papoteado, de la Universidad de Villa Española y al emérito doctor Sushi Kinoto de la Universidad de Hiroshima, el doctor Yogurt ha participado en numerosos trabajos de investigación entre los que se destacan: el desarrollo de cápsulas portadoras de estupefacientes que resisten la degradación producida por los jugos gástricos de las “mulas”, la invención de una prótesis de apéndice para caballos de carreras con reuma y la creación de papel de baño de fibra de aluminio resistente a la intemperie, ideal para los campistas y astronautas que trabajan a gravedad cero.

Pero el Doctor Yogurt no solo dedica su tiempo a la ciencia. Entre sus actividades recreativas predilectas se encuentran la construcción de puentes colgantes con cajas de fósforos, la fabricación de velas aromáticas para camiones de barométricas y el diseño de decorados para el programa Café Versátil.