Mercedes Vigil: poseída y en avanzado estado de descomposición |
Hace más de 120 años que la intelectual, historiadora, politóloga, socióloga, psicóloga, presidenta del club de fans de Mercedes Menafra, y experta en hedores ajenos, MERCEDES VIGIL, se dedica a la escritura. Desde la aparición de su primer libro, “Mil y un maneras de humillar a la empleada doméstica”, en los estantes de saldos de las librerías, allá por 1911, no ha parado de publicar obras de la más diversa índole. En la actualidad, con más de ochocientos libros publicados, es la autora new age más leída y vendida de la Provincia Oriental del You Are Gay.
Hace
apenas una semana, tuvo la amabilidad de concederme esta entrevista
para la revista Jetas de Piedra, en su lujoso apartamento de la Torre
Trump, con vista al Arroyo Miguelete.
¿Cuándo
nació esa pasión por la escritura?
Cuando
tenía diez años, allá por 1880, escribí un cuento corto de
doscientas cincuenta paginas, en el que un niño pobre encontraba un
jabón mágico que eliminaba el olor a pobreza de él y de toda su
familia. El padre usaba el jabón y como ya no olía mal lo
contrataban como portero en un edificio. La madre usaba el jabón y
podía entrar a trabajar como criada en una mansión. El niño usaba
el jabón y podía ir a revolver los contenedores de basura de los
barrios ricos sin que los vecinos lo echaran a patadas. Envié el
cuento al diario El Observador y les gustó tanto que lo publicaron.
En ese momento supe que lo mío era escribir. Desde entonces lo hago
sin parar.
¿Cuál
cree que es su mejor obra hasta ahora? Seguramente tiene un libro
propio favorito.
No,
todos son mis favoritos. Todos son excelentes. Soy tan genial que
tengo la capacidad de abordar todo tipo de temas. A veces llegó a
escribir tres libros a la vez. Luego los voy publicando de a uno para
no saturar el mercado.
Pero
si tuviera que elegir sólo uno… ¿cuál sería?
Bueno,
si tuviera que elegir uno en particular creo que sería “Cartas de
amor a Juan María Bordaberry”. Estoy enamorada de él desde que
era adolescente. El libro es una recopilación de las cartas que le
escribí. Creo que después de Pacheco, Bordaberry fue el mejor
presidente que tuvimos. Siempre me gustó su porte, su elegancia, su
capacidad de gestión…
Se
detiene un instante para limpiarse la baba que le chorrea por el
mentón con un pañuelo desechable.
¿Bordaberry
le respondió alguna de esas cartas?
No,
nunca, pero no importa. Una vez le envié una foto mía en ropa
interior, usando las enaguas manchadas de orina de mi madre. Fue el
27 de junio de 1973. Le gustó tanto que ese día decidió hacer algo
muy especial para el país. Le estoy muy agradecida desde entonces.
Una
mujer tan culta como usted, seguramente ha leído cientos de libros…
Millones.
...¿Qué
libros y qué autores son sus favoritos?
Bueno,
admiro a muchos escritores, pero por supuesto ninguno de ellos
escribe tan bien como yo. Me gusta mucho Mario Vargas Llosa, pero
sobre todo por sus ideas políticas. Es un hombre serio y centrado.
En cuanto a libros, diría que uno de los que más me gusta es “Mi
Lucha”, de ese famoso estadista alemán.
¿Qué
libro diría que le cambió la vida? ¿Cuál de todos los que ha
leído le ha parecido el más impresionante?
El
Alquimista, de Paulo Coelho o cualquiera de los libros de autoayuda
de Deepak Chopra. Sobre todo por su calidad literaria (aunque por
supuesto, no se compara con la mía). También me fascinó la
autobiografía de Orlando Petinatti, “Locas confesiones de un
catador de esperma”. Muy inspiradora.
¿Sigue
algún ritual a la hora de escribir?
Por
lo general escribo durante la noche, mientras veo Showmatch con el
volumen al máximo. Mi empleada, (a la cual mantengo en negro, como
debe ser) me sostiene la máquina de escribir mientras su hija,
arrodillada, me hace la pedicura. Tengo que mantenerlas encadenadas
para que no es escapen; gracias a este gobierno de comunistas, las
muy turras se creen que tienen derechos. Estas sesiones de escritura
pueden durar hasta tres horas. Después, las obligo a amabas a leerme
lo que escribí. Lo hago sobre todo por la niña, para que aprenda a
leer. Después me levanto y empiezo a soltar flatulencias. Pueden ser
entre trescientas y quinientas. Mi empleada y la hija están
obligadas a olerlas, porque huelen a jazmín.
Hablando
de flatulencias, ¿cómo definiría su caca?
Mi
caca es lo más maravilloso que que existe. Es cierto que todo el
mundo hace caca, pero la mía es la más especial, la más suave,
cremosa y deliciosa. Además, tiene propiedades beneficiosas para la
piel. Todas las noches, antes de acostarme, me aplico una mascarilla
de mi propia caca, para dejar mi cutis limpio y suave. Mi caca
también tiene propiedades nutritivas. Ningún desayuno está
completo sin unas cuantas tostadas untadas con mi caca, que posee
todas las vitaminas y minerales que el cuerpo necesita.
¿Es
cierto que va a escribir un libro sobre su caca?
Sí,
de hecho ya lo estoy escribiendo. Se llama “Matilde, mi caca
amorosa”. Va a ser un libro de más de ochocientas páginas en el
que hablo sobre mi relación con una caca muy especial que hice en el
verano de 1989. Le puse Matilde porque es un nombre muy especial para
mí. Fue amor a primera vista. La tengo guardada en un frasco desde
entonces y somos muy buenas amigas. Más bien, diría que somos
hermanas.
Al
decir esto se ríe, enseñando sus dientes manchados con su propia
caca, la cual acaba de ingerir.
Cambiando
de tema, ¿qué opina de la gente que la critica por sus opiniones?
Que
no tienen la menor idea de nada. Son ignorantes. Yo soy escritora e
intelectual. La mayoría de la gente en este país es analfabeta,
apenas sabe leer y escribir. Vivimos en un país decadente,
culturalmente pobre y sin valores. Yo soy casi la única persona que
sabe leer y escribir. Y lo digo sin pelos en la lengua (porque me al
afeito todos los días) y eso a mucha gente le molesta. A la gente le
molesta que les digan la verdad en la cara.
Hablando
del país, ¿cómo lo ve actualmente? ¿Qué opina de la coyuntura
política y social?
Opino
que es todo un desastre. Que estamos peor que los países más pobres
de África. No como en el 2002, que estábamos de maravilla. Y todo
por culpa de los gobiernos populistas y corruptos. Aunque esta
decadencia comenzó bastante antes, más o menos por 1985. Antes las
cosas que se ven ahora no ocurrían. No había este libertinaje que
se ve en la calle. Los drogadictos y los homosexuales no tenían el
poder y la impunidad que tienen ahora.
¿Cuál
fue, según su parecer, la mejor época de este país?
Diría
que del 73 al 85. Había orden, había respeto, había valores. La
gente vivía muy bien y el populismo y la corrupción ni siquiera
existían. Éramos un país pujante y próspero que vivía en paz y
tranquilidad… hasta que un comando cubano entrenado por la Unión
Soviética contaminó el agua con el virus del populismo. A partir de
entonces todo se desbarató. Y ahora estamos viviendo las
consecuencias.
¿Cuál
cree que sería la solución a nuestros problemas actuales?
Yo
no tengo la solución. No me dedico a la política. Yo soy
independiente, no me meto en política, ni partidaria ni de otra
índole, aunque estudié derecho y tengo la capacidad para redactar
leyes, no como los analfabetos que están ahora. Pero si me
consultaran, les diría que lo que hay que hacer construir un
lavarropas gigante para meter a todos los pobres dentro y lavarlos
bien. Así no sólo se quitan la suciedad, sino las malas costumbres
y los vicios que trae la pobreza. Creo que esa sería una solución a
largo plazo. También le daría más poder a los militares para que
volvieran a restablecer el orden. Sobre todo en ese antro de
decadencia y perversión que es el Palacio Legislativo. También
colgaría a José Mujica y su maloliente esposa en el Obelisco para
que los bomberos los rocíen con hipoclorito. Esto último es más
por un deseo personal que por otra cosa. Pero como te dije, no me
meto en política. Soy independiente.
Muchas
gracias por concederme su precioso tiempo para esta entrevista,
doctora Vigil.
Bueno,
como ya tuviste el honor y el privilegio de conocerme, ahora vas a
tener el honor de llevarte una copia de todos mis libros
autografiados. Voy a decirle a la bruta de la empleada que los cargue
en la carretilla.
Eh…
gracias.
Ah,
y te deseo una enfermedad terminal y que no puedas comprar
medicamentos.
Muy...
bien… muchas gracias.
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