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sábado, 1 de enero de 2011

Paper Boy 2: Aventuras en el barrio


Es sencillamente maravilloso hasta dónde puede llegar la inventiva humana cuando se trata de crear un video juego. Se toma una idea sencilla (la de un muchacho o muchacha que tiene que repartir diarios por el barrio) y se le da un giro radical, convirtiéndola en una aventura apasionante.

El título del juego lo dice todo, hasta el objetivo mismo: Paperboy… o sea, el chico repartidor de periódicos, que, montado en su bicicleta, tiene la inconmensurable tarea de distribuir ejemplares de prensa escrita a cada residente del barrio. A simple vista, uno podría pensar que es una tarea sencilla. Montarse en la bicicleta, pasear por las calles e ir lanzando diarios enrollados a las puertas de las casas. ¡Pero no! A diferencia de lo que los profanos puedan pensar, repartir diarios (en este juego, al menos) no es una tarea fácil.

Para empezar, en nuestro camino nos iremos encontrando con un sinnúmero de obstáculos a sortear: niños malcriados que nos lanzan bolas de béisbol, manos monstruosas que salen de las alcantarillas para atraparnos, perros sueltos que se nos cruzan por el camino, conductores irresponsables, muertos vivientes y fantasmas del cementerio que aparecen para atacarnos, gárgolas que nos escupen fuego, etc. Y es que el barrio de Paperboy (o Papergirl, según elijamos) no es un barrio cualquiera. A lo largo de nuestro periplo nos iremos encontrando con toda una gama de extraños vecinos, que viven en casas aún más extrañas. Podremos pasar por delante de una fortaleza de piedra que nos dispara cañonazos apenas aparecemos, o delante de un taller en donde un mecánico bromista nos arroja ruedas desde la entrada de su garaje. ¡Es como si todo y todos conspiraran en nuestra contra para que no podamos ganarnos el pan de manera honesta! Pero, claro, también tenemos diversas oportunidades de hacer méritos para demostrarle a todo el mundo que somos buenos chicos y para amigarnos con las autoridades policiales, en general, bastante desconfiadas. Podemos salvar a un bebé que viaja en su carrito a toda velocidad por una pendiente o podemos detener a un malvado ladrón mientras asalta una estación de servicio con la ayuda de nuestros periódicos (nada como un buen golpe de periódico en la nuca para aplacar a cualquier delincuente). También podremos ir recogiendo periódicos por el camino, para que nuestra dotación no se acabe y así asegurarnos de que todos los vecinos recibirán su ejemplar.

Como si esto fuera poco, como si repartir diarios por el barrio no fuera lo suficientemente complicado, al final de cada nivel debemos enfrentar una pequeña prueba de obstáculos por los que debemos pasar con la bicicleta: rampas, pozos de agua, etc., hasta alcanzar la tan ansiada meta, en donde un diezmado y estático público nos estará aguardando para felicitarnos.

Pero si, por casualidad, estamos en un mal día o simplemente tenemos ganas de revelarnos contra el sistema y contra los hoscos vecinos cuyo cariño nos es imposible ganar por más que nos esforcemos, entonces podemos iniciar una ola de destrucción y vandalismo. Podemos arrojar periódicos contra las ventanas o contra macetas para romperlas, podemos arrojarlos contra los propios vecinos que se encuentran en el jardín, podando el césped, disfrutando de una tarde soleada junto a la piscina o sentados en la hamaca de su porche. Podemos darle un golpe al cerdo que uno de los vecinos está asando en la barbacoa para liberarlo y que salga corriendo, y podemos elegir no salvar al bebé o no detener al ladrón que asalta la gasolinera. Claro, esto podrá costarnos pasar de nivel o ganarnos el odio de los vecinos y la policía… pero es una buena manera de descargar las tensiones si no estamos de humor para ir entregando diarios con una sonrisa.

En definitiva, Paperboy 2 es un juego espléndido, mucho mejor que su predecesor, Paperboy (sobre todo en lo que a calidad gráfica se refiere), infernalmente entretenido, tanto si nuestro objetivo es pasar todos los niveles, como si es ir por las calles sembrando el caos a fuerza de utilizar diarios como proyectiles balísticos. ¡Imperdible!