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viernes, 23 de septiembre de 2016

Tributo a Wes Craven

Soy fanático del terror desde que tengo memoria. Miro películas de terror desde los cinco o seis años. Crecí con Freddy Krueger, Jason Vorhees, Michael Mayers, House, la casa embrujada (esa irreverente y divertidísima comedia de terror de Steve Miner, de 1986), e incontables monstruos, fantasmas, demonios y asesinos. ¿Qué puedo decir? Es divertido.

No voy a ponerme aquí a examinar el terror como género, ni a hacer un sesudo análisis de por qué habemos tantos que gustamos de ver/leer/escuchar historias que ponen los pelos de punta, revuelven el estómago y hielan la sangre. Si alguien busca algo así, le sugiero que lea el extenso y entretenido ensayo de Stephen King, Danza Macabra. Tampoco voy a dedicarme a desarrollar una extensa biografía del cineasta que nos convoca. Lo que me propongo aquí es, en ocasión de cumplirse un año de su fallecimiento [*], hacer un breve repaso de la filmografía de mi director de cine de terror favorito. Considerado un maestro del género (que también es denostado y despreciado por muchos), Wes Craven (2 de agosto de 1939 - 30 de agosto de 2015) ha sabido ganarse un lugar en el corazón de todo fanático del horror a fuerza de películas de culto  y personajes entrañables.

[*] Esta entrada debería haberse publicado en agosto, pero por razones demasiado complejas para explicarlas aquí, se publica ahora, en septiembre. Disculpen las molestias.

Antes de empezar, algunas aclaraciones: esto no es un top, como los que hago habitualmente. Las películas estarán en orden cronológico, sin que el orden determine cuál es mejor o peor. Y voy a hablar brevemente de cada película, así que, inevitablemente, va a haber algunos spoilers. Están avisados. (Nota mental: algún día escribiré una entrada sobre la tiranía de los spoilers... pero eso será en otra ocasión).

Comencemos con una breve nota biográfica: Wesley Earl Craven nació el 2 de agosto de 1939 en Cleveland, Ohio. Hijo del matrimonio entre Caroline Miller y Paul Craven, Wes quedó huérfano de padre a muy temprana edad, por lo que su crianza cayó en manos de otra pareja de parientes, que debía cuidarlo mientras la madre trabajaba. Wes creció en un entorno bautista muy conservador, donde cosas como las películas, los cómics y ciertos libros estaban estrictamente prohibidos. Como él mismo cuenta, solo las películas de Disney estaban permitidas, porque eran películas "saludables" o "seguras" para los niños. Se licenció en Inglés y Psicología por la Universidad de Wheaton (Illinois) y obtuvo una maestría en Filosofía y Escritura en la Universidad de Johns Hopkins. Durante un breve tiempo impartió clases de inglés en Westminster College y fue profesor de humanidades en Clarkson College of Technology. Su carrera en el mundo del cine comenzó a principios de los 70 trabajando como editor de sonido para empresas de post producción y como mensajero para ciertas compañías cinematográficas.

Para hablar de su extensa filmografía, tenemos que comenzar por el principio, y en el principio fue The Last House On The Left (1972) [La Última Casa A La Izquierda]. El primer largometraje de Craven, estrenado hace ya más de cuarenta años, supo levantar polvareda en su época y ser uno de los filmes más impactantes y repulsivos del momento (aunque, ocho años más tarde, sería superado con creces por el festival gore Holocausto Caníbal, del italiano Ruggero Deodato). Trata de dos amigas, dos chicas adolescentes de los suburbios, que van a la gran ciudad a ver un concierto de rock, con motivo de celebrar el cumpleaños de una de ellas. El problema es que casualmente, al mismo tiempo, una pandilla de psicópatas sádicos y degenerados, acaba de escapar de prisión. Las chicas tienen la mala idea de comprar marihuana y la peor suerte de toparse con esta pandilla, que tras engañarlas haciéndoles creer que les van a vender la droga, las raptan, y las someten a un infierno de tortura y violación, para finalmente matarlas. A partir de aquí, los padres de una de las muchachas, buscará venganza. La película, producida por Sean S. Cunningham (creador, ni más ni menos que de Friday The 13th) y levemente inspirada en El Manantial de la Doncella, de Bergman, fue muy controvertida en su momento, gracias a lo gráfico y explícito de la violencia (las escenas del calvario que viven las jóvenes son interminables y hasta insoportables, con torturas y tormentos de todo tipo) y sufrió censura y recortes en varios cines. Claro, vista hoy, tantos años después,  y con todos los horres que hemos presenciado, podría no parecer la gran cosa, pero en su momento causó gran revuelo. Actualmente hasta podría parecer que no es una película muy profesional. El montaje no es del todo bueno, algunas escenas parecen filmadas por un aficionado, el guión en sí resulta algo tosco. Pero claro, se trata de la opera prima de un director todavía en formación. Como curiosidad, mencionar que en 2009 se estrenó una remake, que, para sorpresa de muchos (yo incluido), supo conservar bastante lo sangriento y explícito de la original.

Saltamos ahora a 1977. Estamos en medio del inhóspito desierto de California. Una familia (la Típica Familia Americana, sin ir más lejos), los Carter, atraviesa el desierto en su coche y casa rodante, en un viaje de vacaciones, hasta ahora tan monótono como agradable. Pero la monotonía se rompe en el momento en que sufren una pequeña avería. Esto no sería tan grave si no fuera por el hecho de que se han accidentado en una zona del desierto habitada por una familia de salvajes caníbales que no dudarán en convertirlos en su almuerzo y cena. Inspirándose en la macabra leyenda de Sawney Beane y su clan, Wes Craven creó una de sus películas más inquietantes: Hills Have Eyes [Las Colinas Tienen Ojos]. Sin dudas, es una de mis favoritas de su filmografía. La dirección es tensa, eficiente y compacta. Los caníbales tienen aspecto de cavernícolas mutantes, vestidos con pieles y adornados con collares de dientes y, a pesar de que pueden hablar, su aspecto es tan brutal y salvaje que apenas parecen humanos. A pesar de todo, en  esta ocasión, el gore y la violencia no son tan explícitos como en su primera película. Este film, que narra las divertidas andanzas y enredos de una familia "normal" enfrentada a otra de gustos culinarios algo extravagantes, también tuvo una remake en 2005 (dirigida por Alexandre Aja), donde se introducía el asunto de las pruebas nucleares en el desierto que el gobierno hizo en los 50s. En esta ocasión, la familia de antropófagos está compuesta por un repertorio de verdaderas monstruosidades, criaturas espantosamente deformadas por la radiación (y por el incesto) que sienten un odio visceral hacia la sociedad que los bombardeó y luego los abandonó.

Craven ya se estaba granjeando un lugar dentro del género cuando en 1981 rodó Deadly Blessing [Bendición Mortal] , primer largometraje protagonizado por, nada menos, que Sharton Stone (todavía faltaban unos años para que cruzara las piernas frente a un montón de policías en aquel famoso interrogatorio). Aquí nuestra rubia debilidad se interna en una cerrada comunidad religiosa rural (similar a los Amish) que considera que todo adelanto tecnológico es obra del Demonio, luego de que el marido de una amiga de ella, miembro de dicha comunidad, muriera en extrañas circunstancias en un accidente de tractor. La comunidad de fanáticos considera a la esposa (embarazada, y por la cual el marido había decidido abandonar la comunidad) un íncubo y hará todo lo posible por destruirla. Craven logra mantener el suspenso durante la mayor parte del metraje, pese a contar con un guión con altibajos (que no es de su autoría), a fuerza, sobre todo, de ataques y apariciones de animales espeluznantes (arañas, serpientes, búhos) y una banda sonora muy adecuada. Deadly Blessing no es de sus películas más conocidas (de hecho pasó bastante desapercibida en su momento) y tampoco es de las más queridas. Pero vale la pena echarle una mirada, aunque sea como mera curiosidad.Y claro, ver a Sharon Stone (aquí jovensísima) siempre vale la pena.

Un año más tarde (1982), Craven adaptaría el famoso cómic de Len Wein y Berni Wrightson, Swamp Thing [La Cosa Del Pantano] en una película que podría considerarse, con justa razón, un homenaje a las viejas películas de monstruos de serie B de los 50s. Se trata de un científico, el doctor Alec Holland, internado en la profunidad de un pantano selvático, que busca crear una nueva especie, una cruza de planta y animal capaz de sobrevivir en las condiciones más adversas. Pero su equipo es atacado brutalmente por otro científico, el malvado Dr. Arcane que quiere robarle la fórmula, y en la refriega el buen doctor Holland termina contaminado con el químico mutagénico que lo transforma en... ¡La Cosa del Pantano!, un monstruo verde y viscoso de apariencia muy desagradable, pero que todavía conserva un corazón de oro (eso sí, ahora sediento de venganza) y el amor por su novia, la guapa Alice Cable. El resultado es una película que parece más un melodrama romántico lleno de acción en plan cutre (peleas, explosiones, etc.), que una verdadera historia de horror, y que parece haber sido filmada con un bajísimo presupuesto y aún más bajos recursos. Los clichés del mejor peor cine de serie B están a la orden del día (héroe prácticamente invencible, matones escandalosamente tontos, diálogos rimbombantes dichos de la peor manera posible, efectos especiales muy cutres) y la película termina resultando una comedia involuntaria más que una joya del género. No hay dudas de que se trata de uno de los trabajos más flojos de Craven. Si la ven, se van a divertir, se los aseguro, pero por las razones equivocadas.


Llegamos así a un punto clave de la carrera del director, un mojón en la historia del cine de terror contemporáneo. Un film que se convirtió en un clásico de culto y cuyo protagonista es una figura popular de renombre, casi a la altura de Darth Vader. Era el año 1984. En una pequeña e idílica localidad americana, un grupo de jóvenes blancos, guapos y de clase media empezaron a ser acechados por una entidad maligna que se introducía en sus sueños y los hacía vivir espantosas pesadillas. Tan espantosas, de hecho, que terminaban invariablemente con la muerte del o la joven. Nancy, la protagonista de la historia, verá cómo sus amigos van cayendo uno a uno como fichas de dominó y sufrirá sus propias pesadillas, hasta que logre desentrañar la verdad y el origen de ese monstruo sobrenatural y decida enfrentarlo. El monstruo, por si todavía no lo adivinaron, no es otro que Freddy Krueger. La película, A Nightmare On Elm Street [Pesadilla En La Calle Elm]. Freddy era un asesino serial de niños, que sembró el terror en la localidad, hasta que fue atrapado; pero por un tecnicismo legal, fue liberado poco después. Los padres de los niños, furiosos, lo persiguieron, lo encontraron y decidieron hacer justicia por mano propia: lo quemaron vivo. Así, el bueno de Freddy se transforma en una especie de fantasma demoníaco, conservando aún sus espantosas cicatrices, su suéter verde y rojo a franjas, su sombrero y su temible arma, la cual se convertiría en un emblema: el horrible guante con navajas en los dedos.Tiempo después de su asesinato, regresa de la muerte para vengarse de quienes lo incineraron, atacando a sus hijos mientras duermen, convirtiendo sus pesadillas en algo insoportablemente aterrador y mortal. Las víctimas se ven invariablemente sumergidas en un mundo de pesadilla surrealista donde literalmente cualquier cosa puede pasar y llega un punto en el que es casi imposible determinar donde termina la realidad y donde empieza el enfermizo mundo de los sueños dominado por Freddy (por lo general, el sonido de alarma que indica que nos estamos adentrando en terreno peligroso es la cantinela que entonan las tres niñas vestidas de blanco que aparecen saltando a la cuerda: "Uno, dos, ya viene por ti..." Por Dios, esas tres niñas y su cantito pueden llegar a ser aún más aterradoras que el propio Krueger).

En esta producción los efectos de maquillaje y los efectos especiales (cuartos que se mueven, paredes que se deforman, escaleras que se derriten) juegan un papel fundamental y están muy bien logrados. Se nota que el presupuesto con el que contaba Craven era notablemente más alto que el de sus anteriores filmes. El gran actor Robert Englund (un virtual desconocido hasta ese momento, pero que gracias a Freddy sería catapultado a la fama y considerado otro icono en el cine de terror) debía pasar horas y horas en maquillaje antes de rodar cada escena, pero el trabajo final valía la pena. El rostro quemado y desfigurado de Freddy, con la apariencia de una albóndiga podrida, es uno de los más impactantes del cine de horror. No se trata de una simple máscara blanca totalmente inexpresiva. Freddy puede reír, gesticular e incluso hablar. Esa es una de las características más importantes. Freddy hace chistes y juegos de palabras antes de cobrarse a una víctima. Craven dotó a su aterrador personaje de una cuota de humor negro y corrosivo que ningún otro asesino en serie del cine de terror posee. Incluso muchas de las muertes tienen una gran cantidad de diabólica ironía. Rápidamente Krueger se convirtió en un personaje muy popular. Como no podía ser de otra manera, el merchandising no se hizo esperar: disfraces, juguetes, guantes con navajas (de plástico, por supuesto), máscaras, mochilas, llaveros, gorras, camisetas, cómics, videojuegos y un largo etc. (lo mejor, sin dudas, son las latas de café) hicieron su aparición en tiendas y supermercados de todo el mundo. Y por supuesto, la popularidad del personaje y su historia hicieron que se rodaran una infinidad de secuelas. Craven casi que abandonó a su criatura luego de la primera película (básicamente por discrepancias con los productores de New Line Cinema) y el guión, dirección y producción cayeron en manos ajenas que no supieron hacer más que unos cuantos desastres. Si bien Englund siempre encarnó al personaje, lo cual es de agradecer, porque no hay otro que lo pueda hacer igual de bien (es casi como Hannibal Lecter, no puede ser interpretado por otro que no sea Anthony Hopkins) con cada secuela la historia se volvía cada vez más tonta y repetitiva. Y lo peor, más aburrida. Sí, las muertes seguían siendo creativas y los efectos, en casi todas las secuelas, no están nada mal, pero eso no compensa la alarmante falta de creatividad que se nota en los guiones y el hecho de que estaban convirtiendo a Freddy en una mala caricatura de sí mismo. Craven volvería a tomar las riendas diez años después de la primera película, en 1994, con Wes Craven's New Nightmare [La Nueva Pesadilla de Wes Craven], en la que nuestro Freddy se convierte en un personaje "real" que empieza a acosar a todos los involucrados (actores, director, etc.) en la primera película. O sea, Heather Langenkamp Robert Englund, el propio Wes Craven, hacen de ellos mismos y empiezan a ser atormentados por Freddy (en especial el hijo pequeño de Heather). La película no está mal, hasta es divertido ver a Craven actuando, pero en su momento casi no causó repercusión. Diez años es mucho tiempo y el Hombre Con Navajas En Los Dedos evidenciaba ya un gran desgaste, sobre todo después de cinco burdas secuelas (dirigidas por directores que las utilizaron como plataforma de lanzamiento de su carrera, como Jack Sholder o Renny Harlin). Si bien se trata de un trabajo digno en líneas generales, no es de los más interesantes de Craven. Aunque, comparado con la abominación que llegaría en 2003, Freddy Vs Jason, la Nueva Pesadilla es una obra maestra. El personaje siguió siendo explotado mucho tiempo. Hasta se hizo una serie de TV en los ochenta y una remake sencillamente espantosa en 2010, con un Freddy interpretado por otro actor (¿Era necesaria una remake de una película que ya tenía seis secuelas?) y unos efectos en 3D realmente vomitivos. Pese a todo, Freddy Krueger sigue siendo un emblema de terror y uno de los personajes más queridos dentro del género. Además, sabemos bien que no es el único que ha sufrido la explotación por parte de productores inescrupulosos. Todos los grandes iconos del cine de horror lo han padecido. Para terminar y como mera curiosidad, mencionar que para crear a su personaje, Craven se inspiró en una historia real. Encontró una serie de artículos en el periódico en los que se narraba la historia de un refugiado camboyano que sufría espantosas pesadillas. El muchacho pasó noches enteras sin dormir, convencido de que si de dormía moriría. Sus padres estaban muy preocupados. Lo trataron médicos y psiquiatras. Finalmente, lograron que durmiera. Esa noche, reinaban el silencio y la paz en la casa. Pero de golpe, el muchacho empezó a gritar como loco. Sus padres se despertaron y cuando entraron bruscamente al dormitorio, lo encontraron tendido a los pies de la cama. Muerto. Con una expresión de horror en el rostro. Estamos de acuerdo en que a veces la realidad supera la ficción, ¿no?




Llegamos a 1986 y a otro punto bajo en la filmografía de Craven (aunque injustamente bajo, debo decir). Una adaptación en versión adolescente de la historia de Frankenstein. Deadly Friend [Amiga Mortal] narra la historia de Matthew, un muchacho que se muda con su madre a una pequeña localidad del Medio Oeste (otra Pequeña Ciudad Norteamericana Idílica). Pero su madre y él no vienen solos. Los acompaña un simpático robot llamado BB, construido por el propio Matt, quien es un verdadero prodigio en cuestiones de electrónica y robótica. El robot demuestra una gran habilidad e inteligencia e incluso la capacidad de imitar las emociones humanas y la familia lo usa básicamente para ayudar en las tareas del hogar. Matt se muda junto a Samantha, una bonita chica que vive sola con su padre. Por supuesto Matt se enamora de ella. El único problema es que el padre de Sam es un borracho violento que suele golpearla. Una noche, en un arranque de violencia, arroja a Sam por la escalera. Ella se golpea la cabeza y termina en coma con muerte cerebral. Matt, desesperado, se niega a aceptar la muerte de su amada. Entonces decide hacer lo que haría cualquiera en su posición: implantar los chips cerebrales del robot en el cebero de Sam con el fin de reanimarla. Y vaya si lo consigue. El problema es que Sam regresa de la muerte convertida en una especie de androide humano, conservando aún la palidez cadavérica y moviéndose de manera rígida como un robot. No vuelve a ser del todo humana, pero eso tampoco es tan grave. Lo verdaderamente grave es que la robot-Sam se convierte en una implacable máquina de matar al mejor estilo Terminator, que se dedica a sembrar muestre y destrucción por la ciudad. La idea es prometedora, no hay dudas. Pero la película, en su ejecución, se siente algo plana, algo simple, como que Craven no exprimió del todo el material tan jugoso que tenía entre manos, aunque posee algunas escenas memorables (la mejor, sin dudas, es aquella en la que Sam aplasta la cabeza de una anciana arrojándole una pelota de básquetbol). En realidad, no es culpa exclusiva de Craven, ya que tampoco se puede hacer magia con un guión poco trabajado. Tampoco convence mucho la robot-Sam a la hora de moverse. Primero camina como un robot, de manera rígida y entrecortada. Y luego es capaz de correr a gran velocidad como una persona normal. No hace falta decir que la película no fue bien recibida en su momento, ni siquiera por el propio Craven que para ese entonces estaba atravesando una mala racha personal. Pero dejando de lado sus incoherencias, Amiga Mortal tiene cierto encanto ochentero y hasta puede llegar a ser disfrutable. Yo, por lo menos, la disfruté.


Toca el turno ahora de volver al terror sobrenatural, terreno en el que Craven se sentía bastante cómodo. Es 1988 y la película que nos convoca ahora es The Serpent And The Rainbow [La Serpiente Y El Arcoiris] protagonizada por Bill Pullman, donde se trata el tema del vudú y la resurrección de los muertos. Pullman interpreta a un antropólogo de Harvard que es enviado a Haití para investigar sobre la tetradotoxina: la sustancia que es utilizada por los hechiceros en sus pociones y ritos y que supuestamente puede resucitar a los muertos, puede tener propiedades interesantes para la medicina. Pullman llega en un mal momento a Haití ya que son tiempos de revolución. Pronto se verá sumergido en una espiral de horror que pondrá a prueba su cordura y sus férreas convicciones científicas. Correcto trabajo de Craven, alejado de sus convencionales horrores adolescentes, con los conflictos socio políticos haitianos como telón de fondo (horror real) para encuadrar la historia de nuestro antropólogo (horror ficticio). Como curiosidad, se sabe que los involucrados en la película forjaron una amistad que duró muchos años, cosa que solía suceder en la mayoría de sus películas, ya que Craven era considerado una persona de carácter afable y agradable, con quien era fácil encariñarse.


En 1989 Craven volvería al ataque explotando su vieja idea de asesino-regresa-de-la-muerte-para-vengarse-de-los-que-lo-mataron. Esta vez no se trata de Freddy Krueger, sino del maléfico Horace Pinker, un despiadado asesino en serie que es atrapado, juzgado y condenado a muerte en la silla eléctrica. Pinker es electrocutado, por supuesto. Pero haciendo un trato con el Diablo, regresa de la muerte para vengarse de aquellos que lo condenaron, convertido en una entidad eléctrica capaz de viajar a través de cables, circuitos, etc., y de poseer a sus víctimas. La película, como no podía ser de otra manera, se llamó Shocker [Shocker, 1000.000 De Terror]. El trabajo de interpretar a tan simpático personaje recaería en Mitch Pileggi, que durante todo el metraje hace gala de la sobreactuación más exagerada y divertida de la historia del cine de horror. Shocker posee un tono de comedia negra aún más acentuado que Pesadilla, incluso en algunas escenas, de comedia simple y llana. Es una película divertida, sin dudas, pero no está a la altura de las andanzas de Freddy. Sobre todo porque Craven parece haberse plagiado a sí mismo, como si hubiese buscado su guión de Pesadilla y lo hubiese reescrito cambiando los nombres y las escenas un poco (de hecho, la escena inicial, es prácticamente calcada a la de Pesadilla, cuando Freddy confecciona su mortífero guante de navajas mientras ruedan los créditos). De todas maneras, es un film interesante. No se sientan culpables si en algún momento se les escapa una risotada. A mí me ocurrió.

Empezamos la década de los noventa. Craven continúa con su vena de humor negro y nos trae People Under The Staris [El Sótano Del Miedo], de 1991. Un chico negro del gueto, de trece años, llamado Pointdexter (y apodado "Tonto" por sus familiares) se dedica a robar casas en los suburbios con sus dos secuaces adultos. Una noche, tienen la mala idea de meterse en una casa en apariencia corriente. Lo que no saben es que esta casa es una suerte de mansión de los horrores, habitada por una pareja de hermanos psicópatas (hombre y mujer) que se dedican a coleccionar personas. Así es, las secuestran y las encierran en el sótano, haciendo imposible que logren escapar ya que la casa está sembrada de terribles trampas mortales. Dexter se internará en la casa, conocerá a esta pobre gente de las escaleras y entablará amistad con una chica llamada Alice, que lo ayudará en su plan de escapar y liberar a los prisioneros y de vengarse de los malditos hermanos desquiciados. Miedo, lo que se dice miedo, no da, pero es una entretenida y maléfica cinta de aventuras, básicamente inclasificable. No diría que sea infantil, ya que la truculencia está a la orden del día. Pero tampoco es algo que te vaya a dar pesadillas. Divertida.

Es evidente que Craven le había tomado el gusto a la comedia de terror, porque en 1995 nos trajo una cinta de vampiros protagonizada por Eddy Murphy: Vampire in Brooklyn [Vampiro En Brooklyn]. Un barco fantasmal llega al puerto de la ciudad. Está lleno de cadáveres y un sarcófago. En ese sarcófago, viaja, por supuesto, Murphy, convertido en un refinado vampiro llamado Maximillien. La investigación del extraño suceso recaerá en Rita (encarnada por una muy sensual Angela Bassett), una detective que pronto se verá seducida por los encantos espeluznantes de Max, quien busca una consorte para pasar el resto de la eternidad. La película es medianamente divertida (en especial cuando Max muerde a un pobre muchacho al cual convierte en su lacayo, una suerte de Renfield del gueto), tiene algunos golpes de efecto graciosos, maquillajes y atmósfera bastante bien conseguidos. Pero como bien señala el crítico Fernando Morales: la película "se queda a medio camino de todo". El resultado es un filme medianamente entretenido, pero que pasa deprisa y se olvida aún más rápido y cae de inmediato en el pozo de la intrascendencia. No es un punto álgido en la carrera de Craven, ni tampoco en la de Murphy (que por aquella época todavía seguía en la cresta de la ola). Eso sí, como entretenimiento ligero (muy ligero), no está mal.

Para mediados de los noventa, el terror como género estaba de capa caída. Las últimas desventuras de Freddy Krueger, Michael Myers y Leather Face, poco podían hacer para levantarlo. Más bien, al contrario. Tampoco aportaba mucho la enésima secuela de Los Chicos Del Maíz, ni la seguidilla de aventuras cada vez más disparatadas de los muñecos vivientes de El Amo De Las Marionetas. (Aunque es cierto que Child's Play revivió, a finales de los ochenta, el miedo hacia los muñecos... al menos en la primera película). Los clásicos aún se mantenían a flote, se veían y disfrutaban como en su época, pero la escasez de nuevo material, la falta de creatividad  y de verdadero amor por el género estaban causando estragos. El propio Wes Craven se sentía algo desilusionado, incluso con su propio trabajo. Él también estaba de capa caída, no hay dudas. Pero llegó 1996. Un aspirante a actor frustrado devenido en guionista había escrito el guión para una película de terror adolescente. Pero no era una película más. Era una especie de canto y a la vez despiadado destripamiento del género de terror, de sus convenciones, clichés y recursos, con un montón de guiños y diálogos mordaces e ingeniosos. Además, tal vez, sin quererlo, la película se convirtió en una radiografía de los noventa, de sus modos, de sus jóvenes, de su tecnología, de su cultura popular. El guionista en cuestión, era un tal Kevin Williamson, que había tratado de granjearse una carrera como actor en Hollywood, sin éxito. Entonces se dedicó a escribir, más por necesidad que por otra cosa. Fanático del horror desde niño (especialmente de Halloween, de John Carpenter, película que en su trabajo aparece referenciada muchas veces), Williamson se inspiró en el caso real de un asesino en serie, el temible Danny Rolling (conocido como El Destripador de Gainesville) para escribir su guión, el cual, originalmente se titulaba Scary Movie y que más tarde pasaría a llamase, de manera mucho más simple y contundente, Scream. El guión cayó en manos de la productora Dimension Films (Miramax) que llamó a varios directores de renombre par que se encargaran de tomar el timón, aunque todos se negaron. Entre esos directores, estaba el propio Wes Craven a quien, por increíble que parezca, el proyecto no le llamó la atención o no le terminó de interesar. Pero finalmente, al enterarse de que Drew Barrymore estaría dentro del casting, terminó aceptando. Cosa que debemos agradecerle. La historia transcurre, cómo no, en una Pequeña e Idílica Ciudad Americana (estamos empezando a ver un patrón, ¿no?): Woodsboro, California, donde todos viven en enormes y hermosas casas y los adolescentes pueden disfrutar de la vida y hacer casi lo que quieran, gracias a que tienen padres prácticamente ausentes. En esta ciudad vive Sidney Prescott, una chica normal, pero con un pasado trágico: su madre ha sido brutalmente asesinada apenas hace un año. Pero Sid tiene un novio muy atento, Billy Loomis, y un grupo de buenos amigos, donde no falta su mejor amiga Tatum, el loquillo Stu, el típico bromista al que le encanta hacer el tonto, y el rarito Randy, fanático de las películas de horror y secretamente enamorado de Sid (con el cual siempre me sentí identificado). Todo comienza una noche en apariencia tranquila, cuando una compañera de clase de estos muchachos, la rubia y angelical Casey, recibe una llamada telefónica. Como es de esperar, está sola en su enorme casa, preparándose para ver una película. Al principio,no parece otra cosa que una llamada equivocada. Pero el teléfono vuelve a sonar. Y Casey vuelve a atender. Así la conversación deriva, primero en un intercambio juguetón y finalmente en una muy tensa discusión, que termina revelando las verdaderas intensiones de quien llama (cuya escalofriante voz, del actor Roger Jackson, se convertiría en una marca de fábrica de la saga): quiere jugar un pequeño juego. Un test de preguntas sobre películas de terror. Si Casey responde bien, ella y su novio (que está atado y amordazado en el jardín, junto a la piscina) viven. Pero si responde mal... El juego termina de una manera muy desafortunada. Y vaya si lo hace. Es así que comienza en Woodsboro una serie de brutales asesinatos cometidos por un perpetrador disfrazado como un espeluznante fantasma negro, que usa una máscara blanca con grandes ojos y boca (que tiene un aire indiscutible al rostro de El Grito de Eduard Munch) y cuya arma es un afilado cuchillo de cacería. El asesino, convenientemente apodado Ghostface, empieza a acechar a Sidney y a sus amigos. La sagaz y un tanto inescrupulosa periodista Gale Weathers (quien escribiera un librio muy sensacionalista sobre el asesinato de la madre de Sid, por el que su amante, Cotton Weary, fue injustamente encarcelado) sospecha que los crímenes de Ghostface se relacionan con el trágico pasado de Sidney y trabajará en colaboración con la policía, en especial con el joven e ingenuo oficial Dwight "Dewey" Riley (hermano de Tatum) para tratar de llegar a la verdad y desenmascarar al asesino. Hasta entonces, todos son sospechosos.

Tal vez ni Wes Craven, ni Kevin Williamson tuvieran idea, mientras rodaban, de que estaban creado una película que pronto se convertiría en un fenómeno de culto, como los que nos habían horrorizado en los ochenta o décadas anteriores. Si bien al momento de su estreno, la película no recibió buenas críticas y tampoco le fue bien en taquilla, pronto se produjo un extraño fenómeno (quizá el viejo y querido boca-a-boca) que hizo que todo el mundo corriera a los cines a verla. Hasta la crítica empezó a mirarla con cierto interés. No pasaría mucho tiempo para que se convirtiera en otro fenómeno popular. Sobre todo porque supuso una bocanada de aire fresco muy necesitada dentro del género, que, como dije al principio, por esa época estaba en horas bajas, así como un repunte bastante notorio en la carrera de su director. Y por supuesto, también sirvió para lanzar al estrellato a sus actores, por aquel entonces poco conocidos en la pantalla grande: Neve Campbell (Sidney), Courtney Cox (Gale), David Arquette (Dewey), Rose McGowan (Tatum) y otros, pronto se volvieron caras muy conocidas y cotizadas. Incluso Williamson llegó a ganarse su buena reputación como guionista (un par de años más tarde, crearía la famosa serie de drama adolescente Dawson's Creek). La película arrasó en los Premios MTV (mérito que no me parece muy destacable, a decir verdad, teniendo en cuenta las películas que se premian) y se convirtió en un fenómeno tan grande que incluso sirvió para "inspirar" otras producciones posteriores que quisieron aprovechar el tirón: I Know What You Did Last Summer (paradójicamente también guionada por Kevin Williamson), Urban Legend, entre muchas otras, quisieron mamar del subgénero conocido como Slasher (películas de asesino en serie, que usa hacha, cuchillo, o arma similar, por lo general bastante sangrientas),  y  algunas lograron cierto éxito, pero nunca llegarían a igualar la calidad de Scream. Destripar adolescentes se puso de moda, pero había que saber hacerlo. De todas maneras, no todo fue miel sobre hojuelas para la película y sus involucrados. Debido a lo explícito de su violencia, sus baños de sangre y el hecho de que los protagonistas fuesen tan jóvenes, Scream sufrió de duras críticas y pedidos de censura por organizaciones de padres alarmados e instituciones religiosas conservadoras. Lo peor llegaría con la trágica noticia de que un par de chicos asesinaron de más de cuarenta puñaladas a la madre de uno de ellos. Cuando les preguntaron por qué lo hicieron, dijeron que la película Scream los había inspirado. Lo "gracioso" (utilizando pésimamente el término) es que ese mismo tema de "las películas de horror incitan o promueven la violencia", es tratado en la propia película, increíblemente de manera bastante racional. Porque como bien dice uno de los personajes cerca del final (no voy a decir cuál, para no arruinarlo, si no la vieron): "Las películas no crean asesinos. Solo hacen a los asesinos más creativos". Lo cual es verdad. Decir que "la violencia en la sociedad es culpa de las películas" (o los videojuegos, o lo que sea), es una manera muy simplista y tonta de plantear las cosas. Estos dos chicos que mataron a la madre lo hubiesen hecho igual aunque no hubiesen visto la película. No fue Scream la que puso en sus retorcidas cabezas la idea de asesinar a la pobre señora; esa idea fue pura y exclusivamente de ellos. En el mejor de los casos, Scream les dio la idea de cómo hacerlo. Análisis sociológicos aparte, no es exagerado decir que la película marcó un antes y un después en varios aspectos.


En 1997 llegaría la tan esperada secuela. Scream 2 prácticamente repite la fórmula de la primera entrega, aunque en esta ocasión Sidney ha dejado Woodsboro y está en la universidad estudiando drama, tiene un nuevo novio y una nueva pandilla de amigos (excepto Randy, que sobrevivió la primera vez). Ghostface regresa para imitar los asesinatos de la primera película, comenzando a masacrar estudiantes que tienen los mismos nombres que las víctimas de la entrega anterior. También estarán Gale y Dewey para ayudar en la investigación. Y también estará Cotton Weary, que acaba de salir de prisión al retirarse los cargos por el asesinato de la madre de Sid. Cotton no está muy contento con la chica, que fue la que lo inculpó, y tiene una amiga periodista que lo ayudará a limpiar su nombre. Nuevamente todos son sospechosos y el interés de la película está en saber quién es ahora el asesino y cuál es su móvil. La película cumple lo que promete en líneas generales, aunque no iguala, por supuesto, la sorpresa y el impacto de la primera. El baño de sangre no es tan intenso y la película causa más zozobra que auténtico miedo, aunque por supuesto, no faltan los diálogos mordaces y el humor corrosivo, sobre el cine de terror y los medios de comunicación, sobre todo en la primera escena y en el final. Lo más llamativo quizá sea el hecho de que dentro de la película hay otra película llamada Stab [Puñalada], basada en el libro escrito por Gale, que recrea los macabros sucesos de Woodsboro. De hecho, Scream 2 comienza con una escena en la cola de un cine, donde un montón de gente está esperando para ver Stab. Es en esta escena que las primeras víctimas, una pareja de afroamericanos, muere en pleno cine, mientras la película se proyecta en la gran pantalla. Lo más increíble es que esta película ficticia originó toda una serie de secuelas independientes, creadas por un grupo de fanáticos de Scream. La saga Stab puede verse en su página oficial.


Pasaron tres años. En el 2000 llegó la tercera entrega, Scream 3, película que me atrevería a calificar de innecesaria. Craven siguió a cargo de la dirección, pero Kevin Williamson se desentendió del proyecto y el guión fue responsabilidad de Ehren Kruger. En este capítulo, Sidney vive aislada y alejada del mundo en una casa en las colinas de Hollywood, protegida con un gran sistema de seguridad. Trabaja en una línea telefónica de ayuda y se dedica a dar contención telefónica a mujeres víctimas de violencia. Mientras tanto, en Hollywood se está rodando la segunda película de Stab... Y los involucrados están empezando a morir. Ghostface ha regresado, esta vez convertido en un asesino virtualmente indestructible (resistente a las balas, incluso), que no duda tanto en usar su temible cuchillo como en hacer volar a sus víctimas por los aires con una explosión. Sidney, Gale y Dewey se vuelven a unir para enfrentarse a la máscara de la muerte. Los asesinatos tienen relación con lo acontecido en Woodsboro en 1996, en especial con el asesinato de la madre de Sid. La película logra mantener cierto interés, pero se siente poco inspirada y el final (donde se descubre al asesino y su móvil),  a mi gusto, es bastante rebuscado y traído de los pelos. Sin embargo, la película tuvo bastante éxito, pese que parece estar dirigida exclusivamente a los fans de la saga. Es que es necesario ver las dos primeras películas y prestar bastante atención a lo que sucede para entender la tercera. Lo mejor es, sin duda, la reaparición del querido Randy en un vídeo que grabó para la posteridad, en el que detalla las reglas básicas de la tercera parte en una saga de terror, y les da pistas y sugerencias a sus amigos para que sobrevivan. Ehren Krueger intentó emular el estilo irónico y mordaz de Williamson para analizar el género dentro de la propia película y burlarse de los estilos y costumbres hollywoodenses, y lo consiguió... a medias.


Dejamos momentáneamente atrás la saga Scream y el género de terror por completo y nos internamos en un terreno totalmente diferente: el de los biopics dramáticos. Hacía mucho que Craven quería hacer algo que no fuera terror y en 1999 nos trajo Music From The Heart [Música Del Corazón], protagonizada, ni más ni menos que por la gran Meryl Streep. Se trata de un drama sentimental basado en la historia real de Roberta Guaspari, una talentosa violinista con mucho futuro, que abandonó la música al casarse. Años después, su marido la abandona, dejándola sola con sus hijos. A pesar de todo, Roberta logra reponerse y, decidida a rehacer su vida, se dedica a dar clases de música a los niños pobres de Harlem. La película, como es de esperar, cuenta con una dosis exacerbada de sentimentalismo; es una bomba de gas lacrimógeno, de esas que tanto le gustan a Hollywood, en especial si están basadas en historias reales de drama y superación personal ante la adversidad. Música Del Corazón tuvo dos nominaciones al Oscar (mejor actriz y canción original), una nominación a los Globos de Oro (mejor actriz dramática) y ganó el Critic's Choice Award a mejor canción. Debe haber sido lo más cerca que estuvo Craven de codearse con la crema y nata de Hollywood.

Pasarían cinco años de silencio, desde la tercera parte de Scream, para que el dúo Williamson-Craven volviera a juntarse (como siempre, Williamson escribiendo y Craven en la dirección). En esta ocasión no fue para traernos otra aventura de Ghostface, sino una historia de hombres lobo con tintes sobrenaturales, ambientada, cómo no, en Los Ángeles: Cursed [La Maldición], protagonizada por Christina Ricci (sí, Merlina de Los Locos Addams) y Jesse Eisenberg (alias Mark Zuckerberg). Aquí, Ricci y Jesse son dos hermanos huérfanos que una noche vuelven a casa en coche por una carretera solitaria. Lo que empieza siendo un viaje normal, con discusiones de hermanos incluidas, de pronto se tuerce cuando algo salta delante del coche y hace que tengan un horrible accidente con otro auto. A partir de aquí, las cosas ya no serán iguales para los dos hermanos, que empezarán a sufrir ciertas transformaciones (sus sentidos se volverán más agudos, empezarán a aullarle a la Luna, etc.) que los harán tener miedo de sí mismos y lo que puedan hacer. Lo peor será que para terminar con la maldición que pesa sobre ellos, tendrán que eliminar a quien se las transmitió, lo que llevará a una desagradable sorpresa final. Podríamos calificar Cursed simplemente como correcta. Tiene la dosis de suspenso justa (muy justa) para tenerte medianamente enganchado. El problema es que el guión se siente algo desaprovechado, como si Williamson no hubiese estado del todo inspirado cuando lo escribía. Prefiere tocar algunos puntos clave superficialmente aquí y allá en lugar de sumergirse de lleno en la historia, por no mencionar que a los personajes les falta interés. Y si él no puede, nosotros tampoco. Oh, sí, hay cataratas de ironía adolescente, como era de esperarse, y grandes pinceladas de comedia, pero eso no es suficiente. Por no mencionar que la sorpresa final se veía venir casi desde el primer cuadro y los efectos digitales podrían haber estado mejor logrados. No es una película desastrosa, no es, ni de lejos, la peor que ha hecho Craven, pero alcanza el aprobado justísimo. Lo mejor, sin duda, la banda sonora de Marco Beltrami (que ya había sonorizado la saga Scream).

Seguimos en 2005. Wes nos invita ahora a tomar un avión. Debemos acompañar a Lisa, la gerente de un hotel de Miami, que regresa desde Texas, después del funeral de su abuela. Lisa (Rache McAdams) odia volar, pero eso es lo menos importante: en su hotel se hospedará un político reputado con su familia y todo tiene que estar listo para cuando llegue. Como si fuera poco, el vuelo se retrasó por el mal tiempo. Todo parecía ir mal, pero entonces Lisa conoce en el aeropuerto y por accidente, a un misterioso caballero (Cillian Murphy) con el que entabla una conversación. Deciden ir a tomar un trago mientras esperan. La conversación es muy agradable. Lisa se entera de que el hombre se llama Jack Ripper. Sonrisas y miradas van y vienen. Lisa es soltera, por cierto. Pero al final llega la hora de tomar el vuelo. Jack y Lisa se separan. Pero una vez en el avión, Lisa y Jack se reencuentran. Resulta que ambos van al mismo destino. Y lo que es más, tienen asientos contiguos. Una increíble casualidad. Por supuesto, la conversación continúa. Pero esta vez, los derroteros son totalmente diferentes. Lisa se enterará pronto de que Jack Ripper no está allí por casualidad. Y de que la vida de su padre (que está en casa, dispuesto a pasar una tranquila noche mirando Saturday Night Live y comiendo lasaña de microondas) depende de una decisión que Lisa deberá tomar. Una terrible decisión impuesta por Jack, que tiene que ver con su trabajo en el hotel y con el político que se hospedará en él. Lisa estará a punto de vivir el peor vuelo de su vida. Y nosotros también, de paso. En Red Eye [Vuelo Nocturno] Craven vuelve a mover con mucha precisión las perillas para mantener la tensión durante la mayor parte del filme. Si lo consideramos, la película consta casi exclusivamente de dos personas en un avión hablando. No hay baños de sangre y la violencia está muy limitada. La cara del malo la conocemos desde el primer momento. Si bien el recurso parece limitado, el oficio de Craven, los diálogos, la música (otra vez de Marco Beltrami) y la sensación de claustrofobia colaboran para hacernos pasar un muy buen mal rato. Por momentos parece una película mecánica, planeada con regla y cartabón, y en cierta manera lo es, pero eso no quita que te ponga los pelos de punta. Eso sí, en cuanto nos acercamos al final y el avión aterriza, también lo hacen las virtudes del filme, que termina deambulando por los convencionalismos del suspenso y la acción. Vuelo Nocturno no es una película de terror propiamente dicha, es un thriller de suspenso bastante competente que te mantendrá con los dedos clavados a los brazos de tu asiento. Así que, damas y caballeros, siéntense, relájense y disfruten del vuelo.


Luego de que en 2006 Craven filmara un corto de la famosa película romántica de episodios Paris Je T'aime [París Yo Te Amo], volvería a terreno conocido en 2010 con My Soul To Take [Almas Condenadas], quizá uno de los puntos más bajos de su carrera reciente. Estamos en la pequeña y tranquila ciudad de Riverton (cuándo no, todo transcurre en una pequeña e idílica ciudad), sobre la que se cierne una terrorífica leyenda: un despiadado asesino en serie juró regresar de la muerte para matar a los siete niños que nacieron la noche que él murió. Lo terrible es que la leyenda parece haberse vuelto realidad, cuando en Riverton comienzan a sucederse misteriosas desapariciones de adolescentes, dieciséis años después de su supuesta muerte. El mayor problema es que no sabemos si el asesino ha reencarnado en uno de esos siete niños (ahora un adolescente atormentado por pesadillas) o si en realidad no murió aquella fatídica noche en que lo dieron por muerto. Seguramente a estas alturas se habrán dado cuenta de que Almas Condenadas suena bastante familiar, que tiene un olorcillo conocido. Asesino en serie vuelve de la muerte para vengarse... adolescentes involucrados... ciudad pequeña en apariencia idílica con un oscuro pasado... Sí, así es. Craven volvió a imitarse a sí mismo, plagiando las aventuras de Freddy Krueger en un intento de darles una vuelta de tuerca que no termina de cuajar. La película tiene algunos momentos destacables, pero en general se siente rutinaria, poco inspirada, por no decir un poco absurda, sin sentido. Craven intenta hacerla llamativa agregando varios giros de guión que no convencen, que no se resuelven bien. Si hubiese mantenido las cosas más simples, quizá hubiera resultado un poco (solo un poco) mejor. No es de extrañar que Almas Condenadas no haya despertado grandes pasiones, que haya pasado desapercibida y haya cosechado en general, malas críticas. Para peor: está hecha en 3D. Craven quiso apuntarse a la nueva moda de la tercera dimensión y pareció más preocupado por esto que por contarnos una historia convincente o medianamente entretenida. Como dijo un amigo mío una vez: ¡Menos dimensiones y más guión!

Si bien la tercera película había resultado la más floja de todas y en un principio parecía que ya no iba a haber más, los rumores de una cuarta entrega de la saga Scream se venían escuchando hacía tiempo. Y finalmente sucedió. El dúo dinámico Craven-Williamson volvió a juntarse con el resto de la pandilla (la que quedaba viva, claro) en 2011 para  traernos el cuarto capítulo. Tengo que admitir que fue muy grato reencontrarme después de tanto tiempo con Sidney, Gale y Dewey. Fue como encontrarse con familiares que hacía mucho no veía. En esta ocasión, Sidney, ya convertida en una mujer adulta, regresa a su pueblo natal, Woodsboro, para presentar su libro Out Of Darkness (Saliendo de la oscuridad), en el que narra sus avatares desde aquellos fatídicos días de mediados de los noventa. Mientras tanto, Dewey se ha convertido en el sheriff del pueblo y Gale, su mujer, se dedica a escribir ficción... o, al menos lo intenta. Bien, hay que tener en cuenta que mucha agua ha pasado bajo el puente y ahora el pueblo cuenta con una nueva camada de adolescentes, entre ellos la prima de Sidney (hija de la hermana de su madre), que serán acosados por el terrible Ghostface. Así es. Con el regreso de Sidney a Woodsboro, los crímenes se reanudan y los jóvenes empiezan a morir. Por cierto, la saga Stab aún continúa. De nuevo, Sidney y sus amigos intentarán desenmascarar a Ghostface, cosa que no resultará sencilla, porque como reza la leyenda: "Nueva década, nuevas reglas". Estamos en una nueva era  del cine de terror (teléfonos inteligentes, redes sociales, Youtube, wi-fi, etc.) y las reglas que nos había contado Randy han cambiado desde la última vez. Por no mencionar que los adolescentes de ahora no son los de antes, cosa que quedará más que clara cuando se revele la identidad del asesino al final. Scream 4 retoma los viejos recursos de las entregas anteriores (la sátira al cine de terror, en especial al comienzo de la película, a las costumbres sociales actuales) y les da una nueva vuelta de tuerca, actualizándolos. La película está hecha con oficio, por supuesto, Williamson y Craven, a estas alturas, ya juegan de memoria y las nuevas generaciones tienen unos cuantos sustos garantizados. Aún así, por momentos la película se siente algo alicaída, casi en un punto triste, me atrevería a decir... Aunque más que triste, "nostalgiosa". Como si sintiera añoranza por un pasado que ya quedó atrás. Para los fanáticos de la saga, que nos vimos todas las películas (la primera debe ser la película de terror que más veces vi en mi vida) esta cuarta entrega puede dejar cierta sensación de desfasaje, como de que llegó demasiado tarde a la saga. Para los más jóvenes será pura diversión, como la nueva serie de MTV relacionada con la saga. Por cierto, es un placer ver a Neve Campbell otra vez. Es una de esas mujeres que cuánto más tiempo pasa, más guapa se pone.

 
Bien, amiguitos, hemos llegado al final. Ya no queda mucho más que decir. Wes Craven nos dejó el 30 de agosto de 2015 tras una dura batalla contra el cáncer cerebral a los setenta y seis años (veintiocho días después de su cumpleaños). Para los que crecimos viendo sus películas fue una pérdida dolorosa. A lo largo de su carrera, Craven tuvo sus altibajos, sus puntos álgidos y otros no tanto, pero es innegable el legado que dejó como director dentro del género de terror y en el cine en general, el impacto que causó en la cultura popular y en las muchas generaciones que vieron sus películas. No voy a caer en el cliché de que "no habrá nadie que pueda ocupar su lugar", porque es una obviedad. Pero su manera de hacer cine dejó una huella que muchos podrán seguir (mejor o peor) mas nunca llenar. Así que solo me queda decir gracias, Wes, donde quiera que estés. Gracias por tantos sustos, maestro. Hasta siempre.


Post Scriptum

Soy consciente de que he dejado muchas cosas afuera en este repaso. Por ejemplo los telefilms que Craven dirigió en los ochenta (Invitación Al Infierno, Ivernado Vivo, Falsificadores) y la francamente penosa secuela de Las Colinas Tienen Ojos de 1985. Lo hice básicamente porque no quería extenderme demasiado en esta entrada, que ya de por sí ha quedado bastante larga (más de lo que había pensando en un primer momento) y porque quería concentrarme en sus trabajos más importantes. Como dije al principio, esto no pretendía ser una extensa biografía del cineasta, tan solo un pequeño y modesto homenaje. Espero que me haya quedado más o menos bien.



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